Escribí esto un 5 de Marzo de 2015… y lo publico en 2020.

Hasta el cuerpo más punzante puede ser el más bello de los cuerpos ¿Quién habita realmente su cuerpo? O mejor dicho: ¿qué habita en nuestro cuerpo? ¿No es acaso el instinto animal el que nos salvaguarda de ello creando pinchos? Pero… ¿de qué nos protege este instinto? ¿Para qué sirven esos pinchos que transforman nuestra materia física, sabiendo que su interior alberga la flor más bella de todas? Cojamos pues este instinto y utilicémoslo intuitivamente para la creación; para crear un cuerpo dúctil y mutable que se adapte a cualquiera de los terrenos, siempre desde la intuición y la escucha para/con/desde el cuerpo.

Sólo así florecerá la flor más bella que pueda existir, en cada uno de nosotros.

Tomemos esos pinchos como estimulantes para nuestro sistema nervioso, que a su vez estimula nuestro aparato locomotor, que a su vez contrae y relaja las fascias, y articula las palancas de manera rítmica y vibrante.

Un pincho: una explosión o miles de explosiones.

Cada uno escoge sus estímulos, y por supuesto, cada uno escoge cómo utilizarlos. Sea cómo sea, de una manera u otr, la flor florecerá cómo el canto del pájaro como el fruto en primavera y verano.

Estos cuerpos punzantes, estos cuerpos pinchados son interesantes ¿no creen? Al fin y al cabo todos somos aire y naturaleza, fuego y río, hoja y fruto en instinto, materia y respuesta.

Reflexiones a través de la práctica coreográfica y la observación del comportamiento de la naturaleza.

A.

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