[Escritos y ensayos a raíz de la práctica en Laboratorio de Investigación desde el Flamenco IT, La Peña y otros lugares de práxis y estudio.]
Pienso sobre los límites que tiene un espacio que propone el estudio del movimiento.
También me pregunto sobre si ‘la práctica’ es un lugar de rito, y si es así dónde colinda con el arte de ‘hacer memoria’, puesto que el cuerpo es memoria en sí mismo.
Pienso sobre el arte del “Olvido de la memoria” del post-modernismo y el hacer de la práctica un lugar banal y sagrado a la vez.
Observo el arte de ‘crear concepto’ (y la acción de ese concepto) como un camino cilíndrico (una danza en bucle) para llegar a la fascia del hueso, a la memoria del hueso olvidado y cómo el acto de bailar (acto vital y necesario, carente de teoría en la memoria, y sobrepasado de concepto en el presente próximo y futuro cercano) se usa en espacios de pura práctica y repetición como un canal de desahogo, de desembuche, de desfogue, de límites estratosféricos y de ansiedades derramadas.
Pienso que:
Pareciera que el estudio del movimiento y el arte de ‘crear concepto’ no deja espacio a la celebración de todos estos enunciados porque hemos colocado el acto de bailar en un lugar demasiado lejano con respecto a lo que al baile concierne en su/s memoria/s.
Una consigna basta para entrar al juego; recuperar la memoria basta para entrar al rito.
Si elijo hacer cualquiera de las dos opciones entonces estoy en sintonía y así, tanto la práctica del baile como la práctica del rito, se ocupan de los proceso de individuación – colectivo – memoria (así en ese orden).
En cuanto al estudio del movimiento, sigue fascinándome su capacidad de análisis y guía, para la comprensión de un cuerpo que se mueve, y que después celebra, memoriza y transmite, como el acto que tuvo Demófilo en su ‘Colección de Cantes Flamencos’.
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Universo de un cuerpo danzante.
A.
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Fotografía: @elenb_